Los Hijos de la Noche

Los Hijos de la Noche era el nombre de los grupos de guerrilleros que actuaban durante la Guerra Civil tras las líneas enemigas. Uno de ellos estuvo dirigido por el anarquista, oriundo de Valderrobres, Juan Bautista, “Batiste”.

Desde su puesto de control en la localidad de Fuendetodos, recuperada a los fascistas, lanzó varias acciones para rescatar compañeros en peligro en la Zaragoza bajo control fascista.

En la primera de la que se tiene datos, armados con una pistola y munición abundante, con algunos víveres para elcamino, salieron el 10 de octubre de 1936 cuatro guerrilleros; eran las seis de la tarde. Siguieron por la carretera de Jaulín hasta el kilómetro 19, donde se cruza el camino que conduce al Túnel y a Cantera de Puebla de Alborton. De allí llegaron fácilmente al camino que va a Zaragoza. Sin mayores inconvenientes, al día siguiente a las dos de la tarde entraron en la ciudad, habiéndose retrasado por una lesión que se hizo incidentalmente uno de los guerrilleros.

Combinaron, antes de separarse, todos los detalles de organización interior y el lugar de reunión y hora para la salida. Había que entrevistarse con amigos y familiares, esconderse cada cual por su lado y moverse en una ciudad que era cuartel general de uno de los grandes centros de la insurrección militar, sembrado de espías, de delatores, de agentes de la reacción, de soldados. El día 14 a las siete y media de la tarde se reunieron en el lugar convenido 49 hombres del movimiento libertario de Zaragoza, más los cuatro organizadores de su fuga. Y el 15 de octubre a las siete de la mañana se presentaron todos en los parapetos de los milicianos antifascistas, rendidos de cansancio, pero felices.

En una segunda incursión fueron cinco los guerrilleros.Salieron de Fuendetodos a las siete de la tarde. Por la noche, en el lugar convenido, en un barrio popular, se encontraron los cinco expedicionarios con la consiguiente alegría de verse todos con vida tras las vicisitudes de un viaje cargado de problemas ya que uno de los guerrilleros se tuvo que quedar rezagado por resentirse de una herida en el pie de la anterior incursión.

El 25 de octubre salió la tercera caravana, con 44 compañeros, que llegaron a los parapetos de Fuendetodos al día, siguiente, renovándose las consiguientes escenas de júbilo, los abrazos a los recién llegados, las noticias sobre los que quedaban, y el firme deseo de hacer todo lo posible por salvarles también.

Aprovechando las fiestas de Navidad, se organizó otra expedición de salvamento a Zaragoza. La niebla helada favorecía la ocultación, pero hacía penosa la marcha. En 14 horas de camino no pudieron descansar los expedicionarios, para que la humedad de la ropa no se les congelara e hiciese más dificultoso el viaje. En una casa amiga a la entrada de la ciudad repusieron las fuerzas, secaron la ropa y descansaron, con la triste noticia de que la víspera habían sido fusilados 105 compañeros presos, entre ellos mujeres de todas las edades —un homenaje del catolicísimo movimiento militar a la paz de España.

«En Zaragoza — escribía uno de los expedicionarios — no había aquella Nochebuena de años anteriores en la cual la camaradería del carácter aragonés se manifestaba ampliamente… La alegría se había retirado ante el llanto de los familiares de las víctimas».

El servicio de enlaces montado en la ciudad trabajaba sin descanso para preparar la nueva salida. Además se recogían informes de carácter militar, fuerzas, su situación, mandos, etc. La audacia pasaba los limites necesarios. Recorrieron los guerrilleros la ciudad durante la noche para comprobar los informes recibidos, con una mano en el puño de la pistola, y la otra pronta a sacar las bombas de mano. Ninguno habría de caer vivo. El frío de la noche de diciembre permitía cubrirse la cara sin llamar la atención.

En el Arco Ginegio, en el bar de la Viuda de Domingo, el centro de la ciudad, fueron dejados sobre un velador cinco ejemplares diferentes de Solidaridad Obrera, que produjo una intensa investigación por parte de las autoridades militares y civiles.

Era grave el síntoma, pues no sin cómplices diversos podían encontrarse ejemplares del diario revolucionario de Barcelona en un café del pleno centro de Zaragoza. El 29 de diciembre, en el Barranco de la Muerte, se encontró a punto la nueva expedición: 35 personas. Iban algunas mujeres con hijos pequeños, iba también un anciano de 72 años, de Izquierda republicana. Era una responsabilidad muy grande llevar gente de resistencia física tan mermada.  Hubo que dividir a la gente, dejando a una parte para el día siguiente en una paridera del trayecto, para no correr el riesgo de fracasar del todo. Los más fuertes siguieron viaje y llegaron a su destino a las nueve de la mañana del día próximo. Los expertos tenían que regresar por la tarde a buscar a los que quedaban a mitad de camino, en la mayor inseguridad sobre su porvenir, porque si ocurría algo a la primera expedición, todos estaban condenados a morir. Pero era poco eso; había que volver urgentemente a Zaragoza y salvar un mayor contingente. La policía y la Falange andaban sobre la pista de algunos que estaban todavía ocultos y era preciso llegar a tiempo para rescatarlos.

Uno de los expedicionarios regresó con la parte del contingente dejado a mitad del camino la noche anterior, sin comer ni beber, en medio del tormento de la espera y del peligro constante. Los otros siguieron a Zaragoza, en busca de más personas en peligro y de familiares. Otros 44 rescatados llegaron a las líneas populares, el primero de enero de 1937.

La expedición más importante por su número, más de cien personas, entre ellas mujeres y niños, fue hecha en la primera mitad de enero de 1937. Fue preparada, con todo detalle. Fueron elegidos algunos jóvenes a quienes se vistió de falangistas y de soldados para circular con más libertad en Zaragoza y cooperar en los trabajos consiguientes, secundando a los que hacían esas tareas con anterioridad. A una hora determinada saldría de Fuendetodos una expedición de auxilio, con mulas, agua y víveres, para encontrarse a mitad de camino con los que llegarían de Zaragoza. Al frente de esta expedición de auxilio iba «Cucalón», con un fusil ametrallador y buena dotación para un caso de emergencia. Las autoridades enemigas sabían algo, aunque nada de concreto, y habían redoblado la vigilancia y el patrullaje. Alguno de los nuevos enlaces tuvo contratiempos y malogró algunas medidas previstas. Sin embargo, a la hora convenida se encontraron listos, donde se les había indicado, 108 hombres, mujeres y niños. Las bocacalles de la salida habían sido tomadas por guerrilleros simulados entre la gente del barrio, con pistolas y bombas de mano. La expedición se puso en marcha por el camino de las canteras hasta las Planas de María. En ese lugar apareció una patrulla de falangistas. Se ordenó a la expedición que echase cuerpo a tierra, y los guerrilleros, desplegados, se dispusieron a afrontar la lucha inminente. Se ordenó que nadie disparase un tiro hasta que el primero saliera de los falangistas. ¡Podían ser compañeros! El movimiento de defensa y ofensa se hizo con tal precisión, con tanta disciplina, con tanto arrojo que los falangistas se replegaron, ganaron un bosque próximo y emprendieron una fuga veloz. La expedición siguió su marcha y al poco rato tropezó con los auxilios que llegaban con cinco mulos.

Una nueva expedición de Batiste fue aún más sorprendente, después de hacer una labor de recogida de información salió de Zaragoza con trajes falangistas, moneda franquista y hasta escapularios. No fueron los fascistas los que detuvieron al líder del grupo guerrillero que se infiltraba en la ciudad fueron las tropas comunistas de Lister, era el verano del 37 y los comunistas habían disuelto el Consejo de Aragón; Batiste ya había tenido varios encontronazos con Lister.

La facilidad con la que los guerrilleros anarquistas entraban en Zaragoza `para funciones de espionaje y de evacuación de militantes era, para los anarquistas, una prueba de la endeble defensa de la ciudad y de la facilidad de dar un golpe de mano para recuperarla. Nunca entendieron la negativa del gobierno republicano a intentarlo hasta que ya fue demasiado tarde. Para Batiste la razón era la negativa de dar a las milicias anarquistas la oportunidad de apuntarse en tanto de recuperar Zaragoza.

Los Hijos de la Noche eran grupos de guerrilleros antifascistas que actuaron tras las líneas enemigas por todo el territorio. Batiste y su grupo son solo un ejemplo del trabajo que realizaban estos grupos.